Autora: Mtra. Karla Loranca.
País: México-España
Si le preguntamos a cualquier persona cuál es el propósito de una prisión, responderá que es castigar a los delincuentes. “¡Línchenlos!, ¡mátenlos!” se ha gritado en las no pocas veces en que el pueblo ha tomado la “justicia” en sus manos y ha quemado a criminales sorprendidos in fraganti (o a turistas… o a policías).
Pero, ¿es esto realmente útil para una sociedad? ¿Qué se busca encerrando a una persona que comete un delito? ¿Que se arrepienta? ¿Que nunca vuelva a delinquir? ¿Que piense en el daño que causó? Eso no ocurre. ¿Que el castigo sirva de ejemplo para que las demás personas se la piensen dos veces antes de cometer un delito? Pues es que eso tampoco. ¿Entonces?
Fueron estas las ideas que llevaron a convertir las prisiones en “Centros de Reinserción Social”: lo que hay que hacer con una persona que comete un delito integrarlas de nuevo a la sociedad, buscar los problemas que los llevaron a cometer el delito y trabajar con ellos para resolverlos. Enseñarles un oficio, acercarlos a la cultura, al deporte, acostumbrarlos a seguir las reglas básicas como buenos ciudadanos.
Sobra decir que no en muchos casos las personas privadas de su libertad aprendieron habilidades sociales y reflexionaron sobre la forma en que sus acciones dañaron a la sociedad. Y ni hablemos de sus problemas, pues ahora tienen más, y menos formas de resolverlos. La reinserción social suele quedar en el nombre del recinto.
En un país obsesionado con el castigo y el linchamiento, en el que la corrupción es la que gobierna y la impunidad es la regla general, la gran olvidada es la víctima.
Justicia es “dar a cada quien lo que le corresponda” según la definición de Ulpiano. Nuestra justicia, entonces, es darle al delincuente un confinamiento infrahumano y a la víctima… nada, ya, que se conforme con el encierro del agresor.
¿Qué gana la víctima con que se encierre a su victimario? ¿Se le devuelve la vida, la integridad corporal, la tranquilidad, a su ser querido o lo que sea contra lo que haya atentado el delincuente? ¿Por qué entonces nos conformamos con darle un delincuente encerrado como “catafixia” de la justicia que tendría que recibir?
Es cierto que la víctima ya puede participar en el proceso, y que existe la reparación del daño, concepto realmente se trata de la restitución de los bienes materiales (y/o pago de tratamientos, gastos, salarios, etc.). Pero es no lo único que se pierde cuando uno es víctima de un delito.
Para ilustrar lo anterior, digamos que un día agarramos de malas a Pepito el de los chistes. Un compañero de escuela, Jaimito, toma por error su lápiz. Pepito lo insulta y le dice que es suyo. El compañero, convencido que era de él, le devuelve el insulto y además lo empuja. Pepito le quita el lápiz y se lo clava en el ojo.
En casa de Pepito, sus papás y sus hermanos son muy violentos, sobre todo con él por ser el menor. Pepito ha crecido aprendiendo que esta violencia es correcta y aceptable, y que es la única forma para resolver un problema. Lleva en su propio cuerpo las cicatrices de este aprendizaje, no sabe que existe otra forma de socializar ni de poner límites. Pepito es el claro ejemplo de la persona a la que la sociedad le falló, él actúa en consecuencia y la misma sociedad lo castiga por ello,
En la concepción punitiva popular, Pepito tendría que ser encerrado en un lugar horrible durante muchos años para que pague por lo que hizo.
Si nos enfocamos en reinsertar, tal vez el Pepito aprenda a jugar basquetbol en equipo y el oficio de carpintería.
Sin embargo, en cualquier caso, Pepito no entenderá por qué se le castigó, pensando “Jaimito empezó, él me quitó mi lápiz y me empujó”, sobre todo porque él no ve nada de malo en su reacción violenta ni lo verá durante el tiempo que permanezca en un entorno aún más violento, como una prisión. Lo volvería a hacer, incluso puede que esté tramando una venganza.
Jaimito perdió un ojo; ahora tiene un ojo de cristal que se ve natural, pero perdió la vista de ese lado. Ni 12 cadenas perpetuas para Pepito le devolverían la vista, ni volverá nada a ser para él como era antes, pues además tiene secuelas muchas psicológicas. Y su papá está tan enojado que planea vengarse. Un ciclo de violencia y resentimiento interminable.
Eso es lo que le correspondió a cada uno. ¿Cómo puede ser esto justicia?
Y entonces aparece la Justicia Restaurativa.
Es un concepto relativamente nuevo. De lo que trata es de que, de manera compasiva, humana y respetuosa, se intenta acercar a las partes. El ofensor se enfrenta con lo que hizo, con las consecuencias de sus actos en la víctima y en su familia. Se le muestran las heridas abiertas que su actuar dejó en la vida de las otras personas. La víctima conoce al victimario, su contexto y su historia.
Ambas partes, en ambientes seguros y controlados, expresan sus emociones, sus pensamientos. La víctima puede incluso llegar a entender por qué su ofensor hizo lo que hizo. No “porque me empujaste”, sino el fondo: “porque es la única forma en que se me enseñó a actuar” “porque es lo que he aprendido toda mi vida” “porque la sociedad me falló”. El ofensor llega a comprender que hizo mal, incluso a arrepentirse y a genuinamente pedir perdón.
Es un proceso largo y delicado conducido por personas que velan por el respeto y la voluntad de las partes todo el tiempo.
Se han hecho experimentos con resultados asombrosos en diversas partes del mundo; el ofensor se reintegra a la sociedad, la víctima siente el daño reparado. Se cierran ciclos. Se sanan heridas. Se hace justicia.
Estoy convencida de que este es el futuro de la justicia en el mundo desarrollado; ya que hemos visto que castigar no sirve de nada, habrá que buscar la compasión.
Karla Loranca es Licenciada en Derecho por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Ciudad de México, Maestra en Derecho Internacional y Comparado por el Chicago-Kent College of Law, del Instituto Tecnológico de Illinois.
Dedicó su vida laboral en México, por una parte, al Poder Judicial de la Federación, en donde laboró por casi 10 años ocupando cargos como Secretaria de Acuerdos, Secretaria de Tesis y Secretaria Proyectista en diversos Juzgados Federales, Tribunales Unitarios y Tribunales Colegiados, particularmente en órganos dedicados a la materia Penal; y por la otra, a la docencia, impartiendo materias como Juicios Orales, Sistema Penal Acusatorio, Derecho Internacional Público y Derecho Penal en centros de enseñanza como el Tec de Monterrey Campus Ciudad de México, y la Universidad de las Américas Puebla, así como el Instituto de Estudios Superiores en Materia Penal, INDEPAC. También impartió capacitaciones en Sistema Penal Acusatorio a Agentes del Ministerio Público del Estado de Puebla. Ha realizado estudios relacionados con Violencia de Género y trabajó pro-bono para diversas asociaciones dedicadas a la prevención de la violencia y a la defensa legal de los animales en México. Posteriormente, realizó estudios relacionados con psicología. Es miembro de Red Global Mx, Capítulo España.
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