Autor: Ramón Ortega Lozano
País: México-España
Parece ya lejano ese 15 de marzo de 2020 en el que nuestro mundo dejó de ser el mismo. Fue el día en el que se decretó el Estado de Emergencia en España y nos vimos en la necesidad de confinarnos debido a la pandemia SARS-COV-2. Durante varias semanas todo fue incertidumbre, aislamiento, miedo, enfermedad y muerte. Parecía como si la vorágine propia de nuestra vida moderna se detuviera por un momento. Aun así, en estas líneas me atrevo a confesar que gracias a este virus yo he podido retomar una de las actividades que más felicidad da a mi vida.
Dos semanas después del comienzo de la cuarentena, el sábado 4 de abril, reabrimos un café literario cuatro amigos. Digo reabrimos, porque este café tiene una larga historia. Comenzó su andadura hace un poco más de veinte años, cuando todavía vivía en México. Los miembros fundadores fueron dos amigos de la universidad Óscar (alias el Chore) y Emilio (alias Mefistófeles) que, junto conmigo, comenzamos nuestras reuniones de café y lectura. A él se fueron incorporando otros estudiantes universitarios que, al igual que nosotros, se sentían atraídos por el saber; pues no sólo hablábamos de literatura, sino que tratábamos también temas de filosofía, arte, psicología. Nuestro punto de reunión era el Vips o el Sanborns (otra cadena de cafés de México) donde nos poníamos a platicar y a que nos rellenaran taza, tras taza de café hasta que nos echaran; algo que sucedía, porque nos quedábamos hasta que cerraban el local.
Cuando vine a vivir a Madrid tuve que dejar a atrás estos encuentros, pero seguía a la distancia sus pasos, pues sabía que seguían reuniéndose. A este café literario se fueron uniendo y desuniendo miembros. Aunque yo no los conocía en persona, sabía que había dos nuevos pilares, además del Chore, indisociables del café: Alejandro Merino y Alejandro Montiel (alias el Castor).
Pues volviendo a ese 4 de abril de 2020, el Chore y el Castor desde México, Merino desde Polonia y yo desde Madrid retomamos lo que bautizamos como el Café Pandemia. Gracias a Zoom hemos podido asistir a nuestra cita del sábado por la noche (luego pasó al domingo) para hacer lo que nos gusta: leer, hablar de literatura, filosofía, ciencia y actualidad (lo último ha dado para mucho con los tiempos que corren).
Se dice pronto, pero en estos más de dos años no hemos dejado de reunirnos ni una sola semana del año. No importa que sea Navidad, San Valentín o el día del Padre. Da igual, que Merino esté en Nueva York o en una isla griega, disfrutando de sus vacaciones, él se conecta. No importa que el Chore esté de mudanza o que esté en su casa de Tequisquiapan, también se conecta y nosotros nos morimos de envidia viendo en el fondo esa piscina donde chapotean sus hijas. Qué más da que el Castor esté en su casa, en la de sus padres o en el de alguna novia, él atenderá puntual a la cita. Yo he asistido a la cita desde Madrid, Lourinhna (Portugal), Granada, Bilbao, Porto do Son (Galicia) o donde me pille. Porque nuestro Café Pandemia se ha convertido en uno de nuestros días favoritos de la semana y tratamos de no faltar a esa cita.
El Café pandemia ha dado también para leer mucho. Casi un centenar de textos han pasado por nuestras manos. La mayoría son relatos cortos como Aceite de perro de Ambrose Bierce, Mimoso de Silvina Ocampo, Teniente Bravo de Juan Marsé, La lotería de Shirley Jackson o El huésped y La señorita Julia de Amparo Dávila. Otras veces, los relatos no tan cortos como El infierno es la ausencia de Dios y El comerciante y la puerta del alquimista de Ted Chiang, Demostración de la existencia de Dios de Almudena Grandes, La balada del café triste de Carson McCullers o Drive my car de Haruki Murakami. Pero incluso nos hemos animado con alguna novela corta como El ruletista de Mircea Catarescu, De la elegancia mientras se duerme del Vizconde de Lascano Tegui, Salón de belleza de Mario Bellatín o Noticias felices en aviones de papel de Juan Marsé.
Son muchas las anécdotas que podría contar, pero sólo quería comentar que nunca me había sentido tan cerca de estos viejos amigos y eso que nos separan miles de kilómetros. ¡Ah! ¡Las risas! Gracias a ellos me he vuelto a reír a carcajadas. Puede que el debate del día sea más o menos interesante, pero sé que la risa está garantizada. Nos reímos indolentemente hasta de lo prohibido. Así son estos amigos, gente de la que se puede aprender mucho mientras te ríes. Eso es invaluable.
Y con esa sonrisa que me produce pensar en este Café pandemia cierro esta pequeña columna. Un tributo a estos amigos de batalla y café…
R.III
Semblanza del autor:
Ramón Ortega Lozano (México D.F. 11 de agosto de 1979) también conocido por su nombre artístico Ramón Ortega (tres) es un escritor mexicano, profesor y especialista del mundo de las humanidades médicas (antropología de la salud, historia y filosofía de la medicina, comunicación médico-paciente y bioética).
Es doctor en Filosofía de la Ciencia por la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad es profesor de Bioética y ética profesional, Antropología de la salud y Comunicación humana en el Centro Universitario San Rafael-Nebrija. Colabora en distintas actividades tanto académicas, divulgativas y de investigación con el Instituto de Ética Clínica Francisco Vallés-Universidad Europea. Es miembro del grupo Ética Salubrista para la Acción, Cuidados y Observación Social (ESPACyOS).
Ha publicado artículos de diversos temas (literatura, filosofía, divulgación científica, ficción, etc.) en distintos medios. Ha escrito la novela Reubicación (Editorial Tandaia, 2019) y una compilación de relatos llamada Un gran salto para Gorsky (descargable gratis). Cuenta con un blog llamado Cuando el hoy comienza a ser ayer.
Deja una respuesta